Tras meses de una televisión administrada por una asamblea de trabajadores, en septiembre de 1973 las fuerzas militares ordenaron el desalojo de Canal 9. Miguel Littin, uno de sus protagonistas, cuenta cómo lo vivió.
Miércoles 21 de octubre de 2020 | 21:48
“Encontré a todos mis compañeros devastados por el dolor, porque tenían que entregar el canal. Habían ido a hablar con el presidente Allende y el Presidente les dijo que había que hacerlo o iba a entrar la fuerza armada”, así, sin más, lo recuerda el cineasta y quien fuera director del extinto Canal 9, Miguel Littin.
Corría el año 1972 y el Consejo Superior de la Universidad de Chile, en palabras de su rector, propuso “cambiar a la casi totalidad de los periodistas del Canal 9 que eran de izquierda", lo que generó una crisis entre la Junta Directiva de la Corporación de Televisión y el Sindicato del canal.
Pese a que Contraloría General de la República declaró ilegal el concurso propuesto por la universidad para cambiar a los comunicadores, el conflicto se mantuvo, quedando la estación tomada y bajo la dirección de sus trabajadores entre enero y septiembre de 1973, hasta que se ordenó finalmente su desalojo.
El entonces jefe del Comité de Defensa del Canal era Augusto Carmona Acevedo, asesinado en dictadura, a quien Littin vio ese día “indignado, furioso, quería golpear a todo el mundo”.
En ese momento, cuenta, tomó el mando de las cámaras y documentó cómo es que fuerzas especiales entraban al canal.
“Hicimos tomas de los fusiles… registramos el hecho de que estaba siendo tomado el canal por la fuerza, y que la gente, los trabajadores, mujeres, incluso niños que estaban acompañando a sus padres lo entregaron en forma pacífica”.
Para cerrar, dijo, “nos fuimos a negro y pusimos el himno de la universidad”.
Pero hubo un imprevisto. De repente les llegó un aviso, cuenta: era una diputada del partido socialista que quería hablar.
“Tuvimos que abrir el canal de nuevo y apareció junto con el Comandante Parada de Carabineros y hablaron diciendo que prácticamente era doloroso pero que se iba a abrir de nuevo… no era muy definitivo lo que se decía. Nos fuimos a negro de nuevo y ya no no era igual”.
“Me abracé con algunos compañeros, no había más que hacer”.
