Una mujer trabajaba en conjunto con bandas delictuales para robar millones a personas que retiraban dinero de cajeros automáticos. Su estrategia se basaba en su gran capacidad auditiva: escuchaba el sonido de las máquinas al contar los billetes y, de esta forma, lograba identificar a los clientes que sacaban altas cifras de dinero. Con esta información, sus cómplices los asaltaban a la salida de los bancos.