Nadie que viva en Chile y haya sido joven en los inicios de los años dos mil puede desconocer El Diario de Eva.
Pokemones, Egoguros, Emos: las tribus urbanas también lloran. Y Eva Gómez les ofrecía su hombre de consuelo.
“Hubo niñas que invitaron a la mamá para contarle que tenían otra orientación sexual, o que están pololeando, o que fuman, incluso tuvimos casos de embarazos adolescentes que les contaban a sus mamás en El Diario de Eva”, recuerda.
Fue un programa que sin duda tuvo éxito, a tal punto que abrió el camino a otros espacios para este sector de la juventud:
“Además nos replicaron: todos querían ponerse fichita. Apareció Yingo, que venía después de nuestro horario y nos quitaba el público… se replicó en todos los canales”
