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Seguridad igualitaria

El derecho a contraer matrimonio no es una cuestión de amor, no es una cuestión de procrear o de ser fértil, estamos hablando de ampliar derechos y restar dolores de cabeza.

Lunes 12 de junio de 2017 | 15:25

El matrimonio – matris y munium – como bien supo explicar el candidato Sebastián Piñera, viene de una raíz lingüística con un contexto muy diferente al nuestro en la actualidad. Las palabras y los significados son un invento de la humanidad, somos nosotros aquellos que le damos el significado que necesitamos darle para entender y poder expresarnos, nunca una palabra entra al diccionario y luego se transporta al vocabulario de las personas.

Mis derechos para escribir esto pueden ser cuestionables. Soy argentino y no vivo en Chile, pero soy un gran aficionado de la comunicación política y donde sea que haya una campaña mis ojos están puestos ahí.

Chile es un país particular para mí, es uno de mis primeros amores y el respeto que tienen sus ciudadanos con las instituciones y el orden que han sabido alcanzar es algo que envidiamos desde este lado de la cordillera. Pero hay otras cosas que no envidiamos en absoluto, y una de esas  es el rebusque que hacen para defender la postura de la Iglesia, de una manera mucho más notable de la que sucede acá, y escribo esto desde una de las ciudades donde la Iglesia tiene mayor influencia.

El derecho a contraer matrimonio no es una cuestión de amor, no es una cuestión de procrear o de ser fértil, estamos hablando de ampliar derechos y restar dolores de cabeza.

El “matrimonio” ya no forma parte de una cuestión de procreación, es un contrato social entre dos personas donde los bienes se reparten en un 50%, todo de manera equitativa. Los hijos están bajo la tutela de ambos padres y las responsabilidades corren por cuentas iguales. En caso de divorcio en una pareja heterosexual, la ley se encarga de repartir todos los bienes en partes iguales y de una u otra manera todos salen con la porción que les corresponde de esa ruptura del contrato. En el caso de una convivencia, sin un contrato de por medio, como se está planteando, es decirle a un puñado de ciudadanos “pueden construir sus vidas, pero si alguno de ustedes fallece o deciden romper la pareja, aquel que tenga todo a su nombre será el beneficiado, aquel que no, lo lamentamos”. 

Es y será siempre responsabilidad del Estado velar por la seguridad jurídica y social de todos aquellos que vivimos en él, y aunque parezca innecesario tener que recordar esto, los políticos deciden postularse para representarnos y defender la constitución, y somos nosotros quienes los votamos para que hagan justamente eso. Dejen de postularse para defender a la Biblia y representar los intereses del Papa. 

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