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Sofía Calvo y el fast fashion: “Estamos generando zonas de sacrificio por vestirnos a la moda”

La autora del libro “El nuevo vestir” nos insta a cuestionarnos el consumo impulsivo de ropa, mientras que el equivalente a un camión repleto de prendas de vestir se quema o se envía a la basura por segundo en el mundo.

Viernes 1 de octubre de 2021 | 18:09

Por Alejandro Sepúlveda Jara

El equivalente a un camión repleto de ropa se quema o se envía a la basura por segundo en el mundo. Una persona promedio compró un 60% más de prendas de vestir en 2014 que en el año 2000. Las cifras del consumo de vestimentas impactan y, aún más, lo hacen las huellas ecológica, hídrica y social que implica este mundo de la ropa desde su fabricación hasta que termina su breve vida útil en la basura o en las llamas.

“El fast fashion o moda rápida es un modelo de negocios que busca captar las tendencias de la temporada para crear ropa con materiales baratos, que en general derivan de los combustibles fósiles (plásticos) como el poliéster, y responder a las micro tendencias del mercado”, explica Sofía Calvo, periodista, investigadora y autora del libro “El nuevo vestir”.

“La idea es crear rápidamente muchas colecciones, en promedio 52 al año, para llevarlas a los puntos de distribución e incentivar a las personas con estas novedades permanentes a que compren, y no de manera reflexiva, sino que de forma impulsiva. En síntesis, es lograr en procesos lineales poner novedades en el mercado a un bajo costo productos de mala calidad para que esto se repita una y otra vez con ropa que no dura mucho”, explicó la administradora del sito www.quintatrends.com en conversación con Econexión (todos los miércoles a las 19 horas) a través de la cuenta en Instagram de CHVNoticias (@Chvnoticias).

¿Existe la moda sostenible?

“La sostenibilidad es una mesa de tres patas: Ambiental, económica y social”, afirma Sofía Calvo.

“El 55% de la ropa usa poliéster (sintético) y el 40% algodón (natural), estas son las materias primas básica del vestir. El poliéster es plástico que deriva del petróleo, es decir, de los combustibles fósiles; mientras que el algodón utiliza mucha agua en su producción y químicos para mejorar su rendimiento. El tema es que no hay investigaciones que nos revelen qué pasa con esos químicos en contacto con nuestros cuerpos a través de las prendas de vestir.  Las materias primas de la ropa aportan 25% de la contaminación de la industria”, sostiene la investigadora.

Se estima que una persona sólo utiliza el 20% de la ropa que tiene en su ropero. “Es un circulo vicioso que no tiene que ver con la necesidad biológica de vestirse, sino que con una necesidad cultural que nos ha sido impuesta y que hemos normalizado”, apuntó.

El lado B

¿Qué podemos hacer ante este escenario tentador de ropa barata y a la moda? “Debemos exigir que se hagan mejor las cosas en materia ambiental y social. Se estima que con 14 prendas puedes vivir bien, vean cuánto de lo que tenemos estamos usando. Lo primero es evitar el comprar. Pensemos en intercambiar ropa, repararla, embellecerla para volver a usarla”, recomienda Sofía Calvo.

¿Y la ropa usada? “Esa tiene un lado B. Chile importa ropa usada de manera compulsiva. El 70% de la ropa usada que se importa por el norte del país termina en vertederos ilegales en el desierto. ¿Por qué? Porque importamos fardos de ropa que cada vez son de más mala calidad, por lo que se rescata menos y, entonces, lo botan en lugares ilegalmente como, por ejemplo, en Alto Hospicio (Tarapacá)”, revela la periodista.  

“Por nuestra impulsividad por comprar estamos generando zonas de sacrificio por vestirnos a la moda”, enfatizó.

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