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¡Del bar a la cocina! Michelle Lacoste superó su depresión siendo barwoman

La reconocida barwoman, Michelle Lacoste, hoy es parte del equipo azul comandado por Yann Yvin en El Discípulo del Chef.

Miércoles 9 de octubre de 2019 | 23:01

Con el pelo rojo como fuego, tatuajes en los brazos y grandes accesorios llegó Michelle Lacoste a "El Discípulo del Chef", clasificando junto a otros 24 participantes en el primer capítulo del nuevo programa de Chilevisión.

La integrante del equipo azul de Yann Yvin es una reconocida barwoman que según sus propias palabras tuvo "un ascenso muy rápido pero súper bonito también".

Al hablar sobre su historia, Michelle reconoce que "ha sido bien movida" pero los caminos de la vida la llevaron a demostrar con creces su versatilidad y capacidad de adaptación: "me casé, tuve mis niñitas y luego me fui al campo porque me separé y quedé súper triste y enamorada. Me puse a trabajar en un restaurant chiquitito a hacer comida chilena y estaba súper feliz hasta que me reencontré con mi gran amor que me hizo regresar a Santiago".

La relación no funcionó, sin embargo, Lacoste siguió emprendiendo para sacar adelante a sus hijas  "vivía sola con mis cabras chicas. Mi marido falleció y quedé más cagá de lo que estaba en cuanto a lucas. Yo estaba en blanco y eso me llevó a trabajar en bares", reveló.

La pena de perder al padre de sus hijas la motivó más que nunca para trabajar en este nuevo proyecto que desarrolló con éxito, ya que "llegué como ayudante de barra, al mes ya estaba con mi jefatura. A los dos meses ya estaba ganando un torneo sudamericano. A los 6 meses estaba en un torneo mundial y en dos años pasé a ser una persona ultra profesional en bares, sin yo ser alguien que tome", comentó.

Contra todo pronóstico, Michelle triunfó en la coctelería siendo alérgica al alcohol: "Me pongo roja, me enroncho, me pica. Puedo probar gotitas, de hecho en mi juventud era la más borracha del universo y puedo controlarlo con antistamínicos pero prefiero no tomar, no le encuentro la gracia al alcohol y no le veo el beneficio".

Sin embargo, la participante de "El Discípulo del Chef" está tremendamente agradecida de su trabajo y considera que "es mi oficio, mi profesión. Yo siempre he dicho que soy súper agradecida del rubro de los bartender. Yo me ahorré el psiquiatra gracias a estar en una barra y fue una gran terapia. En la barra no puedes estar mal, no puedes no estar maquillada, no puedes estar mal vestida. Eres la estrella", declaró.

La pena ha sido un factor relevante en la vida de Lacoste luego de la muerte de su gran amor, pero a pesar de ello, la coctelería fue un apoyo fundamental para volver a ponerse de pie. "Lo que soy y lo que tengo se lo debo a mis barras, entonces mi plan es demostrar que si se puede cocinar grandes preparaciones con alcohol y mostrar que es posible sacar grandes sabores a partir de los ingredientes que manejo", reveló.

Hoy está motivada con todo para triunfar en el equipo de Yann, pues "el propósito de estar acá es hacer feliz a mis hijas. La cuota de mala onda ya la viví. Toda la pena ya la pasamos. No busco nada más que hacerlas feliz. Ellas me postularon y quedé en el casting porque siempre supieron que mi sueño es la cocina, no los bares".

Se declara preparada para todos los obstáculos, pues ya fue parte de un programa de televisión con mucha presión en la competencia. Se trata "El gran bartender" grabado por Telefé en Buenos Aires: "Fue bien terrible porque tuve que irme de mi casa. Un mes viviendo fuera pero también era una dinámica muy similar a esto así que ya había pasado por algo así medio complicado".

Sobre su amor por la cocina, Michelle declaró que viene desde muy pequeña pues "Mi papá fue presidente de la juventud demócrata cristiana. Cuando llegó la democracia a Chile, mi papá asumió ser el director de impuestos internos con Patricio Aylwin. Me imagino que lo hizo bien porque cuando asumió Eduardo Frei, fue nombrado como asesor presidencial. Viajabamos mucho y él era alguien muy exigente. Nos obligaba a comer bien. Nunca comí tallarines, salchicha o bistec con arroz", recordó.

"Mi casa giraba en torno a la comida. Nuestra vida era ir a comer y almozar en restaurantes ricos y mi papá nos enseñaba y obligaba a tomar vino, a saber tomar whisky, nos decía que habían ciertas cosas que no podíamos tomar o comer. Era un gallo super machista pero siempre nos hizo presente en su vida y eso se lo agradezco mucho porque tuve una vida bonita con él", concluyó.