¿Por qué tenemos más lluvias en este invierno? El Océano Pacífico y la Antártica tendrían las respuestas para este importante cambio - Chilevisión
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¿Por qué tenemos más lluvias en este invierno? El Océano Pacífico y la Antártica tendrían las respuestas para este importante cambio

Destacados expertos detallan las causas mediatas e inmediatas que han provocado un invierno más lluvioso que los anteriores . Además, se la juegan con un pronóstico para el resto del año.

Jueves 9 de julio de 2020 | 18:21

Hace 3 años que la zona central del país no llegaba a julio con tanta agua caída. Santiago acumula 161,3 milímetros hasta el 8 de julio, según los registros de la Dirección Meteorológica de Chile. Pese a esto, se mantiene con déficit en 2020. ¿Qué ha cambiado para que tengamos más lluvias que en los dos últimos años?

“Hemos tenido el paso consecutivo de sistemas frontales (bajas presiones) que aportan nubosidad y lluvias,¡ en un patrón habitual para el invierno. Además, estos frentes han recibido el aporte de ríos atmosféricos (vapor de agua que viaja por el aire desde el Océano Pacífico central hacia latitudes más altas), aumentando la cantidad de lluvias”, afirma el meteorólogo de Chilevisión, Eduardo Sáez.

El investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2 de la Universidad de Chile, Roberto Rondanelli, explica que la diferencia entre este invierno con el de años anteriores es que “tenemos una alta presión de bloqueo (impide el paso de sistemas frontales, obligándoles a desviarse hacia el norte) en la zona Antártica. Ese bloqueo está muy fortalecido”.

Entonces ¿cuáles son las causas de estos patrones favorables para las lluvias? Según Rondanelli, hay dos factores. Una está “relacionada con la Oscilación de Madden Julian (OMJ) que se encuentra en la fase correcta (fase 1) para que se produzcan precipitaciones”.

La Oscilación de Madden Julian (MJO) es perturbación en el Océano Pacífico central, cuyos efectos se hacen notan tanto en el océano como en la atmósfera. Esta pasa por fases, pues unas favorecen y otras no la generación de tormentas.

El segundo factor se relaciona con la famosa “mancha cálida” en el Océano Pacífico sur. Se trata de una poza marina en que la temperatura del agua se ha mantenido por sobre sus niveles normales durante muchos años frente a la costa de Nueva Zelanda.

“Esta ha registrado una baja en su temperatura”, afirma Roberto Rondanelli. Luego, añade que la poza cálida en cuestión “se relaciona, a través de la teleconexión, con el fortalecimiento de las altas presiones en la Antártica. La teleconexión tiene escalas de días, es decir, cuando algo ocurre en el Océano Pacífico se comunica a la atmósfera de Sudamérica en sólo unos días.

Y complementa: “Si baja la temperatura en esa poza cálida, se debilita la alta presión que impide el paso de los sistemas frontales por la zona central. A lo anterior, le sumamos que el fenómeno La Niña no está desarrollado aún, entonces estamos justo en un momento en que todo es favorable para que llueva”.

Una MJO favorable y la baja en la temperatura de la “mancha cálida” ocurren en el Océano Pacífico, eso se “acopla” a la atmósfera con las consecuencias señaladas. Todo está conectado.

En medio de esto surge otra interrogante: ¿Será que la baja en los niveles de contaminación por el COVID-19 influya en que tengamos más lluvias?

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, afirma que “la disminución de la contaminación urbana de Santiago no debería haber tenido significativa influencia en las precipitaciones de este mes. No hay grandes fuentes de contaminación en el hemisferio sur y, por otro lado, la baja de la contaminación no ha superado el 30%”.

De todas formas, según Cordero, esta teoría no se puede descartar por completo, porque “quizás la disminución de material particulado a nivel global puede haber tenido alguna influencia en el clima, pero eso se verá recién a fin de año”.

Las causas mediatas e inmediatas que nos han llevado a registrar el junio más lluvioso en una década podrían estar relacionadas con un ciclo más amplio, aunque eso sólo se sabrá si es que continúan las lluvias generosas un par de año más.

Sobre esto, nos referimos a la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO). El bioclimatólogo Fernando Santibáñez afirma que este es un período que “tiene ciclos de 20 años. Si vemos que los años 60 y 70 fueron secos, y luego los 80 y 90 fueron lluviosos, entonces de 2000 a 2020 tenían que ser secos. Así podemos inferior que está dentro de las probabilidades que estos sean los últimos estertores del ciclo seco”.

Pero ¿cómo saber que el ciclo de la sequía puede estar llegando a su fin? Santibáñez sostiene que “para confirmar el cambio de período debemos esperar un par de años lluviosos, porque decirlo hoy sería aventurado, aunque es altamente probable que durante esta década entremos en el ciclo más lluvioso”.

Según el pronóstico estacional de la Dirección Meteorológica, al finalizar el presente invierno, se debiese mantener el déficit de precipitaciones. “No es posible saber si la combinación de factores favorables para las precipitaciones que tenemos por estos días se mantendrá. Es una incógnita”, advierte Roberto Rondanelli.

En ello concuerda Fernando Santibáñez, agregando que “si tenemos que hacer un pronóstico con porcentajes, te diría que hay un 70% de probabilidades que sigamos con déficit de lluvias al finalizar el año”.

Por Alejandro Sepúlveda Jara

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