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La progresiva irrupción de las "candidaturas outsiders" de izquierda

A partir de 2013 las candidaturas outsiders de izquierda dejan de tener un rol "testimonial" y pasan a jugar por primera vez un rol competitivo a pesar del alto grado de nitidez ideológica de las principales candidaturas.

Lunes 22 de mayo de 2017 | 14:14

Tras el primer gobierno del retorno a la democracia el escenario electoral se abrió por primera vez al surgimiento de tres candidatos outsiders de izquierda: el ecologista Manfred Max Neef por la Nueva Izquierda, Cristián Reitze por el Partido Humanista y el sacerdote Eugenio Pizarro por el Partido Comunista. Estos tres candidatos obtuvieron en conjunto 11,3% de los votos siendo la candidatura de Max Neef la de mayor votación (5,5%). En las elecciones de 1999 (Lagos/Lavín) y de 2005 (Bachelet/Piñera) la votación favorable a las candidaturas outsiders de izquierda disminuyó ostensiblemente alcanzando 4% y 5,4% respectivamente.

El alto grado de nitidez ideológica de los candidatos en competencia de las dos coaliciones dominantes —esto es, el grado de identificación de cada candidato con los valores tanto de izquierda como de derecha— contribuyó a polarizar las preferencias de los electores quitándoles protagonismo a los candidatos testimoniales. A la inversa, en las dos elecciones donde el candidato de centroizquierda fue Frei Ruiz-Tagle —cuya frontera ideológica con la derecha es menos nítida— el apoyo a los candidatos testimoniales se disparó, sobrepasando en 2009 el 25% de los votos.

A partir de 2013 las candidaturas outsiders de izquierda dejan de tener un rol "testimonial" y pasan a jugar por primera vez un rol competitivo a pesar del alto grado de nitidez ideológica de las principales candidaturas. Recordemos que dicha elección reprodujo, quizás por última vez desde 1990, el clivaje dictadura/democracia a través de dos candidaturas representativas de uno y otro sector: Bachelet, hija de un militar allendista torturado en dictadura, versus Matthei, hija de uno de los integrantes de la junta militar de Pinochet. Si el bloque constituido por los candidatos outsiders de izquierda obtuvo en dicha elección tan solo el 17,3% de los votos, ¿por qué razón este tercer tercio pasó a ser competitivo? La respuesta se encuentra en el "grado de voluntariedad" del votante al interior de un sistema electoral nuevo.

La elección de 2013 es la primera que se realiza bajo el sistema de inscripción automática y voto voluntario lo que significa que el votante que apoyó al tercer bloque se movilizó genuinamente por él y no por obligación como sí ocurrió en las elecciones precedentes en las cuales el elector "no-voluntario" y descontento con las grandes coaliciones no tenía más alternativa que dar su voto a candidatos testimoniales. Se trata por lo tanto de un voto duro, fiel a una tercera opción, que en las sucesivas elecciones contará con un piso equivalente al 17% de las preferencias.

Esta tercera opción está actualmente hegemonizada por el Frente Amplio y de manera más precisa por la precandidata Beatriz Sánchez. La interrogante en cuanto a ella no radica en su piso, o nivel de voto duro, pues sabemos que rondará el 17% sino más bien cuál será su techo en la primera vuelta de la elección presidencial. Algunos expertos electorales no han descartado que la candidatura del Frente Amplio pueda acceder a una segunda vuelta, dejando en el tercer lugar a la Nueva Mayoría. Para que eso se produzca, el candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, debiese ser incapaz de capturar la mayor parte del voto obtenido por Bachelet en la primera vuelta de la elección de 2013 (46,7%). Parte de este electorado que le fue fiel a Bachelet en la última elección, hoy está indeciso (si nos ceñimos a las cifras de la última Adimark, llega al 29%) y podría preferir la opción del Frente Amplio.

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