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La batalla por el centro

Que un vecino sea gay, se case o conviva con quien quiera no le incumbe a nadie, pero que el Estado se meta con nuestros hijos, eso es otra cosa muy distinta. Eso es guerra.

Jueves 25 de mayo de 2017 | 15:46

La recomposición del mapa político no tiene ninguna explicación para la mayoría de la gente, sobre todo joven y por ende partícipe en redes sociales. El debate paso de lo político económico a lo valórico. El desconocimiento pasa porque el conjunto de leyes que este gobierno pretende impulsar a espaldas de la ciudadanía no tiene ventilación publica, no hay debate, salvo el tema del aborto.

Pero no es solo esa ley, está la identidad de género, donde el niño de cinco años puede elegir su sexo, sin intervención de los padres o jueces o doctores. Otra ley de protección a la infancia, como noblemente se hace llamar, prohíbe la disciplina del niño por parte de los padres. En definitiva, el Estado se instala entre padres e hijos y se interpone en esa relación básica familiar.

Que un vecino sea gay, se case o conviva con quien quiera no le incumbe a nadie, pero que el Estado se meta con nuestros hijos, eso es otra cosa muy distinta. Eso es guerra.

Sobre esta base despertaron los que nunca se meten en política, la comunidad evangélica. Estas leyes les hicieron saltar y buscar candidato propio o un referente. En ese terreno se ha movido Parisi, consiente sí que no puede arrogarse el apoyo de un grupo tan complejo y diverso (16.62% según Censo 2012).

Creo además que es la razón de que la Democracia Cristiana se saliera de la Nueva Mayoría, apostando a un votante más conservador que reaccionaría ante estas leyes.

Piñera se abre valoricamente y cita a Dios en sus discursos en forma reiterativa y de todo esto los analistas o no lo saben o simplemente lo callan. Incluso si esos proyectos de ley tuvieran la difusión merecida quedaría la grande.

La izquierda no entiende o desconoce la relevancia de esto para la base popular. La cultura de redes sociales, la mayoría de jóvenes no lo ve o lo encuentra irrelevante. Hay que ser padre para sopesar el cambio de reglas del juego que afecta a tu familia.

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